Cambios biológicos que
aparecen con la edad y que afectan a la Nutrición
Parece claro que aunque el tiempo pasa igual
para todo el organismo, no todos los órganos sufren sus efectos de la misma
forma. Hay características funcionales y comportamentales como la
frecuencia del pulso en reposo o los rasgos de nuestra personalidad que
suelen cambiar poco con la edad. Por el contrario, hay funciones
fisiológicas que sufren importantes modificaciones, la mayor parte de ellas
debidas a las enfermedades y trastornos de la salud que se dan a lo largo
de la vida. Constituyen claros ejemplos de esta última situación las
secuelas de un infarto de miocardio (insuficiencia cardiaca) o la demencia
posterior a procesos infecciosos agudos, así como la pérdida de movilidad
en las extremidades etc. También ocurre lo opuesto, como las funciones que
cambian para que el organismo se enfrente mejor a las adversidades de la
edad, lo que sucede con el sistema que rige el equilibrio hidro-salino
(Smicicklas-Wright, 1991).
Por último hay que tener en cuenta los
cambios que sólo obedecen al paso del tiempo y que tienen carácter
universal, progresivo e irreversible:
- Aclaramiento renal de la creatinina.
- Cambios en la composición corporal;
disminuye la masa magra y aumenta el porcentaje de grasa. Este hecho
se ha relacionado con la hipertensión, alteraciones biliares,
hiperlipemias etc.
- También disminuye la masa ósea,
especialmente en las mujeres en los dos años siguientes a la menopausia,
y que redunda en una mayor fragilidad ósea y mayor riesgo de
osteoporosis.
- También se produce una disminución del
agua corporal total, con lo que se ven afectados los procesos
relacionados con la dilución, como puede ser la administración de medicamentos
hidrosolubles, la administración de diuréticos y a la regulación
térmica, haciendo así a las personas mayores más susceptibles a la
deshidratación.
Todos estos cambios,
independientemente de su origen, afectan de una forma u otra a la fisiología
de la nutrición y/o a la alimentación. A consecuencia de ello aparecen
problemas de salud a los que hay que dar solución clínica; por lo que es
preciso conocer en mayor detalle los cambios que más afectan al binomino
alimentación-nutrición. Veamos algunos:
Cambios sensoriales
Son muy frecuentes los cambios en el
gusto, olfato, oído etc. debido fundamentalmente a la atrofia de las
papilas gustativas, (proceso que comienza alrededor de los 50 años). La
sensibilidad por el dulce o el salado cambia lo que lleva, en muchos casos,
al consumo de alimentos fuertemente sazonados o azucarados. (Chauhan 1989).
Cambios
gastrointestinales
Nos referimos a los cambios que
afectan al apetito, a la capacidad de digerir, absorber nutrientes.
En las personas de edad, la normal respuesta
al apetito se altera como consecuencia de las variaciones en
determinadas hormonas y metabolitos (opiáceos, colecestoquinina). Se
sabe que el riesgo de anorexia en este grupo de población es muy alto y la
frecuencia con la que aparece también. Esta situación puede llevar a
estados de malnutrición más o menos severa que generen o agraven diferentes
enfermedades. Es la malnutrición proteico-energética la que se da con mayor
frecuencia.
Se observa una paulatina disminución
de las secreciones digestivas. Varios estudios han puesto de manifiesto
que con la edad, la actividad secretora de las diferentes glándulas
implicadas en la digestión, disminuye su función. Esta disminución es
consecuencia de una reducción en la cantidad que se segrega y también de
una aminoración de su actividad. Se ha comprobado que la actividad
enzimática de las glándulas salivales, gástricas, pancreáticas e
intestinales disminuye. Parece ser la secreción biliar la menos afectada.
La malabsorción de determinados
elementos es otro de los caballos de batalla. Los que más sufren, en este
sentido, son el calcio y hierro. Este problema parece deberse a que con la
disminución de las secreciones gástricas, en el tubo digestivo se pierde
acidez, lo que permite el crecimiento de determinada flora bacteriana que
secuestra minerales como el calcio o el hierro, y vitaminas (B12) de forma
que no pueden ser absorbidos. También se ha comprobado que a cierta edad
disminuye la motilidad intestinal, la superficie intestinal útil para la
absorción y la capacidad de transporte de nutrientes desde el intestino
hasta los tejidos. Todo esto eleva mucho el riesgo de trastornos de la
salud que se traducen en anemias, diarreas, malabsorción etc.(Suter y
Russell 1987).
Otro de los grandes problemas que
sufre la población de cierta edad y que afecta directamente al proceso de
la digestión es la pérdida de piezas dentales. De todos es sabido
que la parte de digestión que se lleva a cabo en la boca es muy importante,
los alimentos quedan parcialmente digeridos por las secreciones bucales (ya
se ha comentado que en esta época de la vida están disminuidas), y quedan
troceados y triturados para facilitar la digestión en el siguiente tramo
del tubo digestivo. La ausencia de piezas dentales obliga a limitar la
trituración bucal con lo que las digestiones se vuelven más difíciles y
molestas. Todo esto redunda en que los ancianos, suele elegir unos
alimentos y rechazar otros de manera que en este proceso de selección
pueden perder capacidad nutritiva.
El estreñimiento aparece como otro de los graves problemas a
los que se enfrenta la población de cierta edad. De hecho afecta a más del
50%. En este problema intervienen varios factores; ya se ha comentado la
disminución de la motilidad intestinal probablemente debido a la atrofia de
la musculatura propulsora, la disminución de la mucosidad intestinal (por
la disminución de la secreción), a esto se puede sumar la insuficiente
cantidad de fibra en la dieta y la falta de ejercicio físico regular, que a
veces es inmovilidad absoluta. Todo esto hace que la frecuencia de este
cuadro sea muy alta.
Cambios metabólicos
Uno de los cambios metabólicos más
significativos es la intolerancia a la glucosa en personas que no han sido
diabéticas. Esto se traduce en una alteración en el metabolismo de los
hidratos de carbono. Se ha comprobado que los niveles de glucemia en ayunas
aumentan en 2 mg/dl cada diez años a partir de los cuarenta y la glucemia
postprandial (elevación de la glucosa en sangre después de una comida), en
8-15 mg/dl también cada 10 años. Esta alteración, muchos autores la
atribuyen a una disminución en la producción de insulina por parte del
páncreas. Además pueden estar implicados factores como los cambios
dietéticos y la disminución del ejercicio físico, por lo que esta
alteración puede acabar en una diabetes de tipo II (Rudman, 1989).
Otro de los cambios importantes radica
en la menor necesidad de energía, por que disminuye el metabolismo basal.
En este punto hay menos acuerdo entre los diversos autores, ya que hay
quien opina que no tiene porque disminuir. Otros justifican una posible
disminución por diferentes motivos:
- Cambios en la composición corporal: es
conocida la disminución de la masa magra, de forma que se reduce el
gasto correspondiente a renovación proteica.
- Descenso de actividad de muchos tipos
celulares, con lo que el gasto de energía disminuye.
- Descenso de la actividad física, con la
consecuente disminución de gasto de energía.
Cambios en el
sistema cardiovascular
Este sistema sufre una serie de
cambios que se relacionan menos con la alimentación que los vistos hasta
ahora. El principal problema que se produce es el endurecimiento de las
paredes arteriales. Se debe, por un lado, a la pérdida de elasticidad del
tejido arterial y venoso y que se puede considerar propio de la edad. Y,
por otro, puede ser consecuencia de una dieta rica en grasa. Sea por el
motivo que fuere, esta situación produce una elevación de la presión
arterial (hipertensión), factor a tener muy en cuenta en el establecimiento
de una dieta.
Otra alteración que afecta al sistema
cardiovascular es la concentración de colesterol en sangre, y que en las
personas de avanzada edad suelen estar elevados. También es éste un factor
importante en el diseño de dietas.
Cambios en el
sistema renal
La función renal disminuye
aproximadamente en un 50% entre los 30 y 80 años. Este problema afecta
aproximadamente a un 75% de la población adulta. La consecuencia más
directa es la excesiva excreción de proteínas y electrolitos por orina, de
forma que el equilibrio hidrosalino se altera, se producen edemas y además
la pérdida proteica lleva, en muchos casos, a malnutrición proteica.
Cambios
músculo-esqueléticos
Ya ha sido comentada la tendencia a sustituir
la masa magra (músculo), por masa grasa y que es consecuencia de la edad.
Hay una pérdida global de proteínas que se manifiesta tanto a nivel
muscular como visceral. La función renal acusa también estos cambios (ya se
ha comentado). Otro grave problema es la pérdida de la densidad ósea y el
consecuente aumento del riesgo de osteoporosis, enfermedad muy frecuente
entre la población femenina de cierta edad.
Cambios
neurológicos
Quizás sean estas alteraciones las más
asociadas a esta etapa de la vida. Parkingson y Alzheimer son, junto con la
demencia senil, las enfermedades más relevantes y que condicionan de manera
muy severa el desarrollo de la vida de los ancianos a todos los niveles. Es
desconocido el mecanismo por el que se desarrollan y son numerosos los
trabajos que se realizan para poder conocer su origen y consecuentemente su
curación o bien conseguir paliar en lo posible los trastornos que producen.
El efecto de estos trastornos sobre la alimentación varían mucho y pueden
ir desde la simple manifestación de manías o "rarezas", hasta
trastornos que incapacitan a la persona para comer por sí sola, de manera
que es necesario introducir alimentación artificial (enteral o parenteral).
Cambios
inmunológicos
En este sentido, el cambio se
manifiesta como disminución de la función inmune global. Es decir,
disminuye la capacidad de defensa natural de forma que los agentes
infecciosos puede atacar más fácilmente. Las barreras de defensa natural
son más débiles e incluso, en determinadas situaciones desaparecen y el
sistema que proporciona defensa al organismo mediante el ataque a los
agentes externos está mermado en cantidad y calidad. Esta situación explica
la gran prevalencia de enfermedades en esta etapa de la vida. (Good ad
Lorenz, 1988).
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